Lecturas 9 de Septiembre
“Venga Tu reino”: Una invitación diaria
Por Barbara Vining
Del número de septiembre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana
Apareció primero el 17 de junio de 2024 como original para la Web.
Quién hará el trabajo?
Por Allison W. Phinney
Del número de diciembre de 2014 de The Christian Science Journal
¿Sin hogar? ¡De ninguna manera!
Por Judith Wiltshire-Marshall
Del número de marzo de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana
De Ciencia y Salud con Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy (Pág 389: 23 a la Pág. 394:4)
Bibliografía para niños y jóvenes
Sé un portero vigilante
Lynn G. Jackson
De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 26 de agosto de 2024
A veces, algo que hemos leído y reflexionado una y otra vez penetra tan profundamente en el pensamiento que lo personificamos, a menudo sin darnos cuenta. Más que simplemente memorizar las palabras, sentimos su significado en nuestro corazón y alma, y no nos los pueden quitar. Para muchos, esto es cierto de los pasajes de la Biblia, que nos inspiran y sanan. A menudo he escrito notas junto a versículos de la Biblia sobre cómo llevaron a una curación, por ejemplo, “sané de un dolor de oídos” o “superé un temor intenso” o “perdoné a un vecino”.
Si bien es posible que hayamos tenido experiencias en las que una verdad espiritual específica trajo curación sin mucho esfuerzo, es probable que también haya habido otras en las que tuvimos que quedarnos con una o más verdades un poco más de tiempo —tuvimos que persistir en nuestra posición espiritual— o incluso arremangarnos y ahondar más hasta que vimos y sentimos el poder de Dios en la situación.
¿Por qué la diferencia? He descubierto que a menudo tiene que ver con lo bien que estoy protegiendo mi pensamiento, lo bien que soy “el portero”. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, aconseja en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Sé el portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que deseas que se realicen en resultados corporales, te controlarás armoniosamente a ti mismo” (pág. 392).
¿Cómo lo hacemos? Manteniéndonos alerta a lo que llega a nuestro pensamiento momento a momento y discerniendo entre los pensamientos que debemos permitir que entren y los que no debemos permitir que entren o permanezcan si ya están presentes.
Ciencia y Salud dice que la pregunta importante es: “¿Son los pensamientos divinos o humanos?” (pág. 462). Los pensamientos de Dios son totalmente puros. Son divinos. Son buenos. Son constantemente reconfortantes y orientadores. Son inteligentes y poderosos. Son reales y eternos.
Esto es cierto sólo de las ideas que emanan de Dios, la Mente divina. Los pensamientos que no provienen de Dios no son permanentes ni poderosos. De hecho, carecen totalmente de fundamento. Promueven el miedo. Nunca promueven ni brindan alivio o paz.
Cristo Jesús aconsejó a sus seguidores que estuvieran alerta a los pensamientos que quizá sigan a los buenos pensamientos, al advertir que cuando escuchamos la Palabra de Dios, a veces escuchamos de inmediato una sugestión en contra. En una parábola, se refirió a aquellos que permitieron que la Palabra de Dios se quedara en el camino: “Viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones” (Marcos 4:15). Satanás no es un ser real, sino lo que San Pablo llamó la “mente carnal” (Romanos 8:7; KJV), o la creencia de que el mal tiene realidad o poder. Estas sugestiones y temores falsos no tienen poder para resistir o vencer la permanencia y autoridad de Dios.
Una vez, estaba con mi esposo en el jardín, cuando giré rápidamente y pisé en falso sobre un borde de ladrillo. Me caí y me lesioné el mismo tobillo que me había lastimado unos años antes. El dolor era intenso, y mientras yacía en el suelo, mi esposo me aseguró mi perfección y plenitud como hija amada de Dios.
Mi esposo me ayudó a sentarme en el sofá adentro, donde comencé a orar por mí misma. Pero cuando recordé que el fin de semana siguiente tenía programado dirigir una reunión, el miedo inundó mi pensamiento. Me preguntaba cómo podría cumplir con este compromiso si no podía pararme o caminar.
Entonces me di cuenta de que este era el momento perfecto para ser un portero, para vigilar qué pensamientos aceptaba como verdaderos. Cuando me vino la sugestión de que tal vez jamás volvería a caminar libremente porque la herida estaba en el mismo lugar que la anterior y era más grave, recordé la declaración citada anteriormente de la parábola de Jesús: “Viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones”. Esto me alertó para no permitir que ninguna sugestión o creencia falsa siguiera después de saber lo que es verdad.
Mi oración se mantuvo enfocada en la perfección tanto de Dios como del hombre creado a Su imagen y semejanza, sin permitir que ninguna creencia de temor siguiera a lo que sabía que era verdad acerca de la creación de Dios. Al cabo de una semana, caminaba con la suficiente libertad como para asistir a la reunión y dirigirla sin vacilación alguna.
No obstante, durante los meses siguientes, el dolor parecía estar en todo el pie, incluso en las áreas que la lesión no había tocado. Después de un tiempo, esto se volvió gracioso para mí, y reconocí la necesidad de permanecer alerta en oración, para continuar con mi función de portero. Así lo hice. Y no pasó mucho tiempo antes de que el pie se volviera completamente normal y no me diera más problemas.
Los pensamientos correctos siempre están presentes porque provienen de Dios, quien está siempre presente, y nosotros, por ser Su descendencia, siempre somos capaces de recibirlos. Pero también debemos estar alerta a las creencias que puedan surgir inmediatamente después de estos pensamientos, al sugerir que el mal es real o poderoso, que una lesión o enfermedad es incurable, o que una curación es reversible. Cuando estamos de porteros a la puerta de nuestro pensamiento, estas sugestiones agresivas no pueden entrar en nuestro pensamiento. No pueden reemplazar la confianza por el miedo, la salud por la enfermedad o la vida por la muerte. Ninguna verdad cristianamente científica puede ser deshecha jamás. Solo la verdad de Dios tiene poder, presencia y autoridad. Y como hijos de Dios, solo podemos escuchar las palabras de Dios. Ninguna otra palabra llega al hombre real, espiritual, hecho a semejanza de Dios, el Espíritu.
Es de suma importancia que sigamos este consejo del Evangelio de Lucas: “Mirad, pues, cómo oís” (8:18). Presta atención a lo que permites que entre en la consciencia. Esto es clave para la curación. La consciencia espiritualizada permite que la Palabra de Dios crezca fuerte en nuestros corazones, y no puede ser arrebatada de nosotros.