Nueva traducción de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. 
Disponible a partir de Enero del 2025



La resurrección — elevándose por encima de lo falso
Geoffrey J. Barratt
Del número de abril de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Hoy en día podemos enfrentar y vencer la enfermedad y la mortalidad —como también el pecado— sobre la misma base en que Cristo Jesús los venció. Mary Baker Eddy declara sucintamente cuál era el propósito que lo guiaba y el método que él utilizaba: "Jesús vino para salvar a los hombres precisamente de estas ilusiones con las cuales parecía conformar él mismo: de la ilusión que declara real al pecado, y al hombre un pecador que necesita un Salvador; de la ilusión que declara que la enfermedad es real y el hombre un enfermo que necesita un médico; de la ilusión de que la muerte es tan real como la Vida. De tales pensamientos — invenciones mortales, todos los pecados excepción,— Cristo Jesús vino a salvar a los hombres, mediante el bien siempre presente y eterno”.1

Cristo Jesús vino a enseñar ya demostrar la Ciencia del bien, la Ciencia de la infinitud de Dios y de la eterna perfección del hombre como idea de Dios. Venció los falsos testimonios que presentaban los sentidos materiales —el sufrimiento, el mal, y la mortalidad— porque comprendió que eran engañosos. Debido a que esta habilidad proveniente del Cristo es eterna, también nosotros hoy en día podemos empezar a eliminar de nuestro pensamiento la creencia en la realidad del mal.

Al hacer esto, comprendemos el verdadero sentido de la Pascua de Resurrección, que no es simplemente una época del año ni un acontecimiento social o cultural. Al reemplazar lo material y falso con lo espiritual y verdadero, comenzamos a ver el significado metafísico de la Pascua de Resurrección que es aplicable durante todo el año y siempre. La Sra. Eddy declara: “El elevarse por encima de la evidencia falsa a la evidencia verdadera de la Vida, es la resurrección que se adueña de la Verdad eterna”.2

La habilidad intrínseca de cada individuo, hoy y siempre, de abandonar un falso sentido de existencia por el espiritualmente científico, es tanto una prueba de la eternidad del Cristo como lo son la resurrección y ascensión final de Jesús. El Cristo es la idea verdadera del ser que destruye la supuesta existencia de la mala salud, del pecado y de la muerte. Ningún argumento de tiempo o materia puede disminuir o extinguir el poder espiritual que la Verdad tiene para ser Todo, poder que el Cristo presenta. Con absoluta confianza Jesús, hablando del Cristo, la Verdad, prometió: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.3

La Pascua de Resurrección es una ocasión especial para establecer o reafirmar nuestra comprensión y percepción de la misión y resurrección de Cristo Jesús. Las Múltiples bendiciones que recibimos al hacer esto — que se manifiestan en inspiración, curación, regeneración — van más allá de tres días en el calendario, pues estas bendiciones tienen su origen en la eternidad de la Vida misma.

Con profunda percepción la Sra. Eddy explica la resurrección como el estado de conciencia que se logra al tener nuevas y claras vislumbres de la inmortalidad y al ceder la creencia mortal a la comprensión espiritual. La comprensión que comienza a elevarse por encima del testimonio sensorio que presenta la soledad y fragilidad de la humanidad en un gigantesco cosmos material — y reconoce a Dios como Vida divina y al hombre como su idea — puede comenzar a resucitarnos ahora por medio de la Ciencia Cristiana.* . ¡No es de extrañarse que en la Ciencia, la Pascua de Resurrección signifique vida, no muerte, y que la practicabilidad de la comprensión espiritual se mantiene inmortal a través de la eternidad!

En un mensaje para la Pascua, la Sra. Eddy preguntó: “¿Está nuestra conciencia en la materia o en Dios? ¿Tenemos otra conciencia que no sea la del bien?”4 La Ciencia de la Vida que ella descubrió y dio a conocer por medio de sus escritos, y que reafirmó con sus notables obras sanadoras, nos permite añadir a la evaluación exclusivamente personal del nivel de nuestra espiritualidad un criterio más metafísico. En cuanto a si nuestra conciencia está en la materia o en Dios, podemos responder que desde un punto de vista enteramente científico la única conciencia verdadera se encuentra realmente en Dios, la Mente infinita, y nunca en la supuesta sustancia de la materia. Sobre el mismo fundamento espiritualmente científico, podemos responder que la verdadera conciencia sólo puede estar consciente del ilimitado bien de Dios, ahora y siempre. A medida que comprendamos la Ciencia del ser, comenzaremos a reconocer los matices espirituales positivos — las realidades armoniosas de la Vida — evidenciadas en la resurrección de Jesús.

Éste es un año en que quizás más gente que nunca esté más consciente que nunca de las necesidades de la humanidad. La Pascua de 1976 puede exigirnos que ampliemos nuestra visión más allá de la barrera obstructiva de la creencia de que vivimos en la materia, y exige que veamos la verdad de la vida pura en Dios, Vida inalterada y perfecta. Aquellos que han tenido apenas una pequeña vislumbre de la Ciencia de la Vida, tienen tanto la obligación como el privilegio de ampliar su interés y atención más allá de los asuntos familiares, hogareños, comerciales, y de su iglesia local, a las apremiantes necesidades de toda la humanidad.

En la medida en que lo hagamos, esta Pascua de Resurrección podrá marcar el punto decisivo en el curso de la historia humana. Desde el punto de vista histórico del futuro, podría marcar el momento en el cual la humanidad dio un gran paso hacia algo mejor. No sólo es necesario que la humanidad elimine permanentemente el hambre y las guerras, sino que sus necesidades espirituales sean satisfechas cada vez más mediante el reconocimiento científico de que el Amor divino es Todo y es poderoso. Ésta podría ser una Pascua de Resurrección de gran significado espiritual y de consecuencias prácticas evidentes. Hagamos nuestra parte.

Geoffrey J. Barratt

1 La Unidad del Bien, págs. 59–60; ↑
2 ibíd., págs. 60–61; ↑
3 Mateo 28:20; ↑
* Ciencia Cristiana: Pronunciado Crischan Sáiens. ↑
4 Escritos varios, pág. 179. ↑


"Alegría y regocijo que fortalecen e inspiran"

Por Maria Damiani

¿Cómo se puede experimentar auténtico regocijo? Casi todo el mundo se hace esta pregunta en algún momento, ya sea explícita o implícitamente. Todos anhelamos regocijo y satisfacción duraderos, pero a veces nos resultan difíciles de alcanzar. En esos momentos en los que parece que los problemas no tienen solución, o cuando simplemente tratamos de encontrar la mejor manera de sentirnos contentos, hay una respuesta que va más allá de meras ilusiones o esperanzas fugaces. El regocijo verdadero y duradero se encuentra en Dios, la fuente de todo bien, cuyo manantial de amor y regocijo es constante.

Este versículo bíblico de Filipenses: “Regocijaos en el Señor siempre” (Filipenses 4:4) nos recuerda que, independientemente de la situación o circunstancia, al recurrir primero a Dios podemos encontrar fortaleza en Su gracia para regocijarnos. También podemos leer en Salmos cómo David, el rey y profeta bíblico, podía decir que su corazón estaba alegre, a pesar de la adversidad, porque había descubierto su conexión con Dios. Escribió: “Alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Salmos 32:11). Estos versículos, y muchos otros en las Escrituras, señalan el camino hacia un regocijo real y duradero que tiene sus raíces en la naturaleza de Dios, quien declaró que su creación era completamente buena (véase Génesis 1:31).

Entonces, ¿cómo se logra este tipo de perspectiva espiritual? En mi caso, he descubierto que es importante estar en comunión diaria con Dios mediante la oración y reconocer humildemente la omnipresencia y omnipotencia del Dios viviente. Al orar, esta afirmación me ayuda a comprender mejor y darme cuenta de que la bondad de Dios rodea y abraza a todos sus hijos, y todos podemos sentirla. Confío en que es posible para todos experimentar una verdadera sanación y una alegría duradera por medio de la oración.

He descubierto que orar de esta manera es poderoso y efectivo para lograr cambios reales en mi vida, y estoy agradecida. También he aprendido que la oración es mucho más gratificante cuando bendice a todos, incluso más que a mí misma. Ser parte de una comunidad de fe más grande fomenta vínculos amorosos que sirven para elevar a todos los implicados y hace que la alegría sea mucho más fácil de obtener. Este tipo de iglesia no está dormida ni moribunda, sino viva y sana, porque su propósito activo y perdurable es traer luz y elevar a la humanidad.

Recientemente, en una asamblea anual de La Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, EUA, a la que asistí en línea, un miembro de la Junta Directiva expresó que sentía que si Pedro, el discípulo, estaba en lo cierto cuando declaró que Jesús era “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, y si el Cristo es la fuente de la Iglesia viviente, entonces la Iglesia debe estar tan viva ahora como siempre lo estuvo o lo estará.

Estoy comenzando a ver que es por eso que la idea espiritual de Iglesia es tan esencial. Los cimientos de la iglesia cristiana son las palabras y obras de curación de Cristo Jesús. Así que una Iglesia viva es aquella que sana y bendice a toda la humanidad. Sus cimientos no se apoyan en el beneficio personal, sino, por el contrario, en el trabajo altruista. Se apoyan en el Cristo, que es la manifestación pura de Dios, o el Amor. Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Iglesia de Cristo, Científico, escribió que la Iglesia es “una forma de santidad” y “el cemento de la sociedad”.

Jesús compartió sus enseñanzas del amor incondicional y el poder sanador de Dios en toda Galilea, y eso fue lo que atrajo a las multitudes a su lado. La revelación espiritual ha sostenido a los cristianos a lo largo de los siglos cuando se han reunido para compartir la verdad, la luz divina que va más allá del mero razonamiento humano y no se limita a una denominación en particular.

Esta luz gozosa, disponible para todos, acentúa un sentido más profundo de hermandad que nos une a todos, a toda la humanidad, porque somos dignos de la alegría y el regocijo que nos fortalecen e inspiran nuestras vidas.








De los Documentos: “Doctoras en medicina le escriben a Mary Baker Eddy”








De los Documentos: “Doctoras en medicina le escriben a Mary Baker Eddy”
8 de agosto de 2022

Muchas personas notables intercambiaron cartas con Mary Baker Eddy. Al publicar su correspondencia (mbepapers.org), hemos descubierto que hay entre ellas más de una decena de doctoras en medicina y sanadoras. Unas pocas trataron a pacientes informalmente en la comunidad. La mayoría de ellas se educaron formalmente como médicas, en una época en la que aún era muy difícil para las mujeres aprender y ejercer como doctoras en medicina.

Algunas de estas mujeres le escribieron a la Sra. Eddy porque querían su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Otras ya estaban leyéndolo. La mayoría reconocía la importancia de la espiritualidad en la curación, aunque estuvieran ejerciendo la medicina tradicional. Algunas hasta escribieron sus propios libros reconociendo esta conexión. Aunque los Documentos de Mary Baker Eddy contienen más ejemplos, decidimos destacar a algunas de ellas en un artículo originalmente publicado en inglés en marzo, el Mes de la historia de la mujer en los Estados Unidos.

Lucretia W. Hart

Esta autodidacta pero aparentemente eficaz sanadora en marzo de 1884: “Ejercí la Medicina 31 años en el Estado de Wisconsin durante los cuales di a luz y crié 9 hijos, y todavía soy una Mujer útil, los médicos me han pedido Muchas veces que explique mi Método para tener éxito y no sé qué decirles”. Hart comentó que algunos la habían llamado espiritista por lo que podía hacer. Ella respondió que no sabía qué la hacía tan eficaz y agregó: “Pero hay algo que sí sé, es decir, que hay Poder en la Oración y que el Cristo es el redentor de todos nuestros pecados”.1 Ella le escribió a la Sra. Eddy para saber más sobre la Ciencia Cristiana y posteriormente pidió varios folletos: La curación cristiana, The Science of Man [La Ciencia del hombre] y La idea que los hombres tienen acerca de Dios.

Alice B. Stockham

Entre las prominentes mujeres médicas que intercambiaron correspondencia con Mary Baker Eddy, se atribuye a Stockham ser la quinta mujer médica en los Estados Unidos, así como una promotora de la igualdad de los sexos, el control de la natalidad y la abstinencia total del alcohol. Ella le escribió a la Sra. Eddy en septiembre de 1883: “He oído algo de su ciencia de la curación, que usted la enseña y me gustaría saber más sobre ella”. Y agregó: “¿Tiene usted una obra sobre la curación mental? Si es así, ¿cómo la vende?”.2 Más adelante Stockham escribió varios libros sobre la salud de las mujeres, entre ellos Tokology: A Book for Every Woman [Tocología: Un libro para todas las mujeres], publicado en 1885.3

Elmina M. Roys-Gavitt

Otra médica que le escribió a Mary Baker Eddy, Roys Gavit, se graduó del Woman’s Medical College of Pennsylvania [Colegio Médico Femenino de Pennsylvania] en 1867 y fue la primera mujer en ejercer como médica en Toledo, Ohio. Fue la fundadora y redactora del Woman’s Medical Journal, que más tarde pasó a llamarse Medical Woman’s Journal. En su breve carta, ella simplemente pide el precio de seis ejemplares de Ciencia y Salud, indicando que probablemente vendería ejemplares a otras personas. En respuesta, el secretario de la Sra. Eddy, Calvin Frye, le envió información sobre cómo convertirse en agente de ventas.4

Julia A. D. Adams

Esta médica homeópata se encontraba entre varias otras mujeres que estudiaron formalmente en facultades de medicina y expresaron interés en la Ciencia Cristiana y que se animaron a estudiar con Mary Baker Eddy o uno de sus alumnos. Adams se graduó de la Facultad de Medicina Homeopática de Cleveland, en Cleveland, Ohio. En 1886 completó la Clase Primaria y la Clase Normal de la Ciencia Cristiana con la Sra. Eddy. Luego fundó el Instituto de la Ciencia Cristiana de Oakland e integró el directorio de The Christian Science Journal hasta 1889.

M. Augusta De Forrest Brown

Tras graduarse del Woman’s Medical College of Chicago [Colegio Médico Femenino de Chicago] en 1883, Brown asistió al Conservatorio de Milán, donde estudió la relación entre la salud vocal y la salud física. Le escribió por primera vez a Mary Baker Eddy en octubre de 1885 y compartió su interés en su método sanador:

Todavía al leer sus libros siento el deseo irrefrenable de saber más acerca de su Curación divina. Al leer su Ciencia de la Salud me invadió una iluminación del Alma, que jamás había esperado experimentar. Desde hace años no me alejo de la cama de los enfermos sin pedirle a Dios que me ayude y muchas veces me he visto obligada a reconocer que solo a través de él se salvaron. Pero nunca se me había ocurrido que solo Él tenía poder para Sanar y salvar.5

Después de interesarse en la Ciencia Cristiana, Brown tomó Clase Primaria (1885) y Clase Normal (1886) con la Sra. Eddy. Luego mantuvo una práctica de curación y enseñanza de la Ciencia Cristiana en Nueva York durante varios años.

M. Augusta Fairchild

Graduada del New York Hygeio-Therapeutic College [Colegio Hygeio-terapéutico de Nueva York] en 1861, esta médica trabajó en el Western Hygeian Home, un centro de tratamiento mediante hidroterapia de St. Anthony’s Falls, Minnesota. En 1879 publicó How to Be Well [Cómo estar bien], libro que explica el método higiénico de cuidar a los enfermos. Más tarde mientras ejercía la medicina en Hannibal, Missouri, Augusta Fairchild le escribió a Mary Baker Eddy:

Su libro me llega como un trago refrescante. —Estoy lista para sus enseñanzas. Anhelo ser cada vez más útil a medida que pasan los años. Soy miembro de la Nueva Iglesia. No me rijo en absoluto por los prejuicios. Es mi deseo tomar un curso de conferencias con usted tan pronto como mis asuntos lo permitan.6

Fairchild terminó estudiando la Ciencia Cristiana con un alumno de la Sra. Eddy, Silas J. Sawyer, y sus cartas indican que sanaba a otros con lo que aprendía. En 1890 escribió otro libro titulado Woman and Health: A mother’s hygienic hand book [La mujer y la salud: Manual de higiene para madres]. También estableció el Sanatorio Fairchild en Quincy, Illinois, que funcionó hasta que ella se jubiló en 1903.

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Aunque estas mujeres médicas, junto con varias otras, estudiaron la Ciencia Cristiana con Mary Baker Eddy e incluso la practicaron durante algunos años, aparentemente todas ellas regresaron a la práctica de la medicina tradicional. Quizás lo que aprendieron acerca de la Ciencia Cristiana influyó en la forma en que trataron a los enfermos de allí en adelante. A pesar de que muchas reconocieron la conexión natural entre la salud y la espiritualidad de la mujer, parecen haber surgido incompatibilidades en sus intentos de combinar los dos métodos de curación. Silas J. Sawyer, quien enseñó a Augusta Fairchild, parece aludir a esto en una carta a Mary Baker Eddy:

Es posible que usted tenga a una tal Dr. M. A Fairchild en su próxima clase. Ella vino aquí, tomó un curso de instrucción, regresó a su casa en Hannibal, Missouri, y continuó practicando la medicina, los masajes, y mezclando con la metafísica… Cuando usted le enseñe, ella estará de acuerdo con usted y la palabra “verdad” será música para sus oídos, luego procederá a adaptar todas las enseñanzas de usted a su propia creencia en una “correspondencia con la verdad”.7

Aunque Sawyer, no obstante, aconsejó que Fairchild estudiara con Mary Baker Eddy, ella en última instancia volvió a practicar la medicina tradicional.

La Sra. Eddy explicó esta incompatibilidad entre la Ciencia Cristiana y las prácticas materiales a otro alumno:

¡He puesto el fundamento seguro de todo mi éxito al establecer hasta ahora la causa de la Ciencia Cristiana mediante la adherencia estricta en mis enseñanzas y mi práctica y mis escritos a la declaración única y su prueba de que todo es Mente y no hay materia! De ahí no mezclar con la materia esta ciencia puramente divina, que es mental, y no material en sus métodos.8

Mary Baker Eddy alentó activamente a estas mujeres a estudiar la Ciencia Cristiana, aunque más no fuera para informarles acerca de un método sanador eficaz. Pero ella sabía que tendrían que sanar espiritualmente, y no por medios materiales, a fin de practicar la Ciencia Cristiana. Los Documentos de Mary Baker Eddy nos permiten dar una fascinante mirada a la intersección entre la curación y la fe para estas pioneras en su campo.